El nombre de Salamanca, un oficial con una carrera destacada, terminó salpicado por las cuatro menciones que aparecen en el expediente del caso «Papá Pitufo». Y en todas ellas, la sombra de Vanegas se proyecta de una u otra forma. Según las explosivas declaraciones del Mayor Peter Nocua, el «asesor Venegas» se jactaba de tener el control de los nombramientos en la POLFA, pasando por encima de la cadena de mando y reportándole directamente a la «ayudante del señor director».
Pero la conexión más escandalosa es la que involucra al propio hijo del General, William Andrés Salamanca Dechner. Las fotografías de un evento en Miami, donde aparece departiendo amigablemente con Vanegas, han desatado una tormenta de cuestionamientos. ¿Qué hacía el hijo del director de la Policía con un empresario que estaba en la mira de las autoridades por sus contratos millonarios con la institución? ¿Era una simple reunión social o la evidencia de una red de nepotismo y tráfico de influencias?
Las fuentes aseguran que el propio presidente Gustavo Petro habría sido advertido de que el nombre de Salamanca saldría a relucir en el escándalo. La decisión de adelantar su retiro habría sido una medida de control de daños, un intento desesperado por evitar que el escándalo salpicara directamente al Palacio de Nariño.
Y es que las acusaciones son de una gravedad inusitada. Se habla de que Vanegas, con la presunta anuencia de la cúpula policial, habría intentado montar un carrusel de sobornos, exigiendo entregas mensuales de dinero a cambio de mantener a los oficiales en sus puestos. Se habla, incluso, de que la organización de «Papá Pitufo» habría logrado influir en el nombramiento de altos mandos de la POLFA, con el supuesto aval del General Salamanca.
El exdirector ha preferido guardar un silencio cómplice, escudándose en que el caso está en manos de la Fiscalía. Pero su mutismo no hace más que alimentar las sospechas. ¿Fue Salamanca una víctima de las intrigas de Vanegas o un cómplice silencioso de la red de corrupción que se tomó la Policía?
La caída de un General, que hasta hace poco era considerado uno de los hombres más poderosos del país, es la prueba fehaciente de la profunda crisis moral que atraviesa la Policía Nacional. Una crisis que tiene un nombre propio: Andrés Vanegas Fernández, el hombre que, desde las sombras, habría logrado poner de rodillas a toda una institución. La patria exige justicia, y los responsables de esta traición no pueden quedar impunes.





