La respuesta a esta pregunta podría estar en la abismal diferencia entre sus dos principales empresas. Por un lado, IMEXHS, una compañía de software médico que, a base de innovación y un modelo de negocio sólido, logró conquistar el mercado internacional. Una historia de éxito que, en principio, es digna de aplauso.
Pero, por otro lado, está Data Tactical Management (DTM SAS), una empresa que, a diferencia de IMEXHS, no parece competir en el mercado abierto, sino en el oscuro mundo de la contratación estatal. Una empresa que, en tan solo dos años, se habría adjudicado la bicoca de 47 mil millones de pesos en contratos con la Policía, gobernaciones y alcaldías.
¿Cómo se explica este éxito tan repentino y tan concentrado en el sector público? ¿Acaso DTM SAS tiene un producto tan revolucionario que ninguna otra empresa en Colombia puede competir con él? ¿O su éxito se debe, más bien, a las «habilidades de networking» de su director ejecutivo, que le permitían, presuntamente, acceder a información privilegiada y direccionar las licitaciones a su favor?
Las evidencias apuntan a lo segundo. Mientras IMEXHS triunfaba en Australia gracias a su software, DTM SAS lo hacía en Colombia gracias a los «contratos sastre», las licitaciones exprés y la presunta complicidad de altos funcionarios.
Es aquí donde el imperio de Vanegas empieza a mostrar sus grietas. Porque una cosa es ser un empresario exitoso en un mercado competitivo y otra muy distinta es ser un «contratista exitoso» en el corrupto ecosistema de la contratación estatal colombiana.
La fortuna de Vanegas, a la luz de las investigaciones, parece ser un imperio de papel, construido sobre la base de un presunto tráfico de influencias y no sobre la de una genuina innovación empresarial. Y es que, mientras más se escarba en sus negocios, más se desvanece la imagen del emprendedor visionario y más nítida aparece la del «lobista» inescrupuloso.
La Fiscalía tiene la tarea de seguir la ruta del dinero. De investigar cada uno de los 27 contratos de DTM SAS. De determinar si hubo sobrecostos, si se entregaron los productos y servicios contratados, si se pagaron sobornos para obtener las adjudicaciones.
Y los entes de control deben investigar también a IMEXHS. Porque si bien es una empresa que cotiza en bolsa y que, en principio, está sometida a regulaciones internacionales, no se puede descartar que parte del dinero mal habido en Colombia haya sido «lavado» a través de inversiones en el exterior.
El imperio de Andrés Vanegas Fernández está bajo la lupa. Y los cimientos de papel sobre los que, presuntamente, lo construyó, podrían derrumbarse en cualquier momento, revelando la verdadera cara de un hombre que, al parecer, confundió el ingenio empresarial con la astucia criminal. ¡Que se destape la olla! ¡El país quiere saber si estamos ante un genio o ante un vulgar saqueador!





