A través de su abogado, Pedro Nel Escorcia, Vanegas se ha limitado a enviar escuetos comunicados en los que califica las acusaciones de «conjeturas sin soporte» y asegura que no ha sido citado por ninguna autoridad judicial. Una defensa de papel que se desmorona ante la contundencia de las pruebas y los testimonios que lo incriminan.
¿Por qué Vanegas no le da la cara al país? ¿A qué le teme? ¿Acaso piensa que escondiéndose bajo las faldas de su abogado podrá escapar del escrutinio público y de la acción de la justicia?
Su silencio es un insulto a la inteligencia de los colombianos. Es una bofetada a las instituciones que él mismo juró respetar como oficial de la Policía. Es la actitud arrogante de quien se cree intocable, de quien piensa que su poder y su dinero lo pueden blindar contra cualquier investigación.
Pero se equivoca. El periodismo de investigación ha hecho su trabajo, ha sacado a la luz la presunta red de corrupción que él habría tejido con paciencia y astucia. Y la justicia, aunque a veces tarda, tiene la obligación de llegar hasta el fondo de este asunto.
Nos gustaría preguntarle a Andrés Vanegas Fernández, cara a cara, si es cierto que se presentaba como «asesor del director de la Policía». Nos gustaría que nos explicara cómo su empresa, DTM SAS, logró adjudicarse 47 mil millones de pesos en contratos con el Estado. Nos gustaría que nos contara qué hacía en Miami, departiendo amigablemente con el hijo del General Salamanca.
Pero Vanegas calla. Calla porque sabe que sus palabras lo pueden condenar. Calla porque su silencio es su única coartada.
Sin embargo, en un país que se ha cansado de la corrupción y la impunidad, el silencio ya no es una opción. Es una prueba más de su presunta culpabilidad.
Desde esta tribuna periodística, le exigimos a Andrés Vanegas Fernández que rompa su silencio. Que le hable al país con la verdad. Que asuma su responsabilidad política y jurídica por los hechos que se le imputan. Y si es inocente, como alega su abogado, que presente las pruebas que lo demuestran.
Pero mientras siga escondido en su torre de marfil, su silencio seguirá siendo el grito más elocuente de su presunta culpa. ¡Colombia exige respuestas, señor Vanegas! ¡No más silencio cómplice!




